– Señora, control de alcoholemia. Sople aquí.
– Pero oficial, ¡ESTE ES SU PENE!
– Ah, no está tan borracha como creía. Circule, circule.
El apasionado marido
La señora, medio dormida en su cama, escucha cuando llega su marido del trabajo y siente como él la acaricia suavemente, casi de manera furtiva, como recorriendo suavemente la periferia de su cuerpo. Ella siente cómo su cuerpo reacciona inmediatamente a las caricias. El marido toma sus manos y las recoge, mete una de sus manos por su espalda y llega atrevidamente hasta sus redondeces.
En este momento, la señora está que arde, jadeante y deseosa. Entonces, sus piernas son abruptamente levantadas. La mujer siente que la pasión perdida por años ha regresado y le encanta sentir cómo su hombre apoya sobre ella todo su peso. La enerva sentir en su nuca el aliento calido de su marido. Ella se prepara, levanta las caderas; separa y flexiona sus piernas y se dispone a ser tomada, cuando de pronto su marido suelta sus piernas, gira sobre sí mismo y se acomoda en su lado de la cama.
La mujer, asombrada y respirando hondamente pregunta: -¿Qué pasó?
Él responde: – Ya.
– ¿Ya qué, grandísimo cabrón?
– Ya duérmete, mi cielo. Ya encontré el mando de la tv.
Jaimito y las frutas
Va Jaimito a la escuela, y el profesor le dice:
– Jaimito para mañana quiero que me traiga 3 nombre de frutas .
Al acabar la clase el profesor le entrega una carta a Jaimito y le dice: – Entrégasela a tu hermana.
De camino a su casa, Jaimito abre la carta y lee: En el parque a las seis. Cuando llega a casa muy obediente Jaimito le entrega la carta a su hermana y ésta se marcha al parque, Jaimito le pregunta a su madre si puede ir y le dijo que sí. Una vez allí, Jaimito observa como el profesor le tocaba los pechos a su hermana.
Al día siguiente el maestro en la escuela le pregunta a Jaimito:
– Jaimito dígame las tres frutas. Y éste contesta:
– Mire profesor como usted vuelva a tocarle los melones a mi hermana le voy adar una patada en su banana que le van a saltar los kiwis.